“Achira, proviene del término quechua Achuy, cuyo significado primario es “estornudo”. Conduce a la idea de “transportar algo entre los dientes o con la boca” y de aquí al concepto de lo que el alma humana emite o expresa con espontaneidad. Por lo que achira es la palabra, el cuento, la historia, el relato que se comparte. Se vincula con la enseñanza y la transmisión de conocimientos orales. Puede encontrarse en términos como Arachán una familia nativa extinta de la región Este del Uruguay y Río Grande del Sur en Brasil, así como en el nombre de la fronteriza ciudad de Chuy, entre estos dos países. ”
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Hay una planta de Achira en el jardín. Le he regado en el año que llevo viviendo aquí; sin embargo, en las últimas semanas, le he puesto más atención debido a que unas moscas blancas decidieron establecer un campamento en las Achiras del jardín.
Después de buscar información sobre cómo atacar a los visitantes indeseables, encontré que lavando las hojas con agua removería los campamentos. Así que me dediqué a lavar las distintas hojas con agua. Al hacerlo notaba mi enojo y como mis cuidados para quitar las moscas blancas se tornaban menos delicados con la planta. De pronto, dos pensamientos me vinieron a la mente.
El primero se relacionaba a mi enojo. Mi enojo es por temor a daño físico y por miedo, más que por lo que le pasara a la planta, sino por el que me fuese a pasar algo por estar en contacto con estas moscas, sus huevecitos y sus campamentos. ¿Qué tan diferente es este miedo al que sienten los que creen que las personas que se mudan a sus comunidades les producirán un daño?
El segundo, me vino como respuesta al primero, sólo cuando confiemos, pero realmente confiemos, en que hay algo más que esta realidad física dejaremos de tener miedo.
Días después me di cuenta de que los campamentos no estaban únicamente en las Achiras, sino también en un árbol de plumería, o en Maya, el árbol del cuervo. Dado que el árbol es muy alto y eran muchas hojas, no podría alcanzar todas, así que inicialmente decidí cortarlas que tuviesen huevos, dado que creí que solo había unas cuantas. Pronto después, vi que eran muchísimas, así que si cortaba todas las que tenían Moscas Blancas terminaría cortando a muchísimas partes del árbol la “cura” sería mucho peor que la enfermedad. Aunado a mi incomodidad al ver la savia escurrir al cortar las distintas ramas, decidí regresar al remedio del agua y a usar manguerazos en lugar de ir hoja por hoja. .
La mayoría de los huevos, larvas y tiras como de algodón desaparecieron. Al ver mi colibrí par todas mis idas y venidas y mis esfuerzos por desterrar a la mosca blanca, me dijo: “¿Sabes que en pocas semanas todas esas hojas se caerán del árbol naturalmente? ¿No recuerdas lo que pasó el año pasado?”.
Se nos olvida que no somos las hojas o la flor, sino el árbol o la planta. Sólo cuando confiemos, pero realmente confiemos, en que hay algo más que esta realidad física dejaremos de tener miedo.